El regalo
Fue un golpe. Ola que revuelca y me escupe a la orilla medio ahogado y jadeante, vomitando agua salada. Hasta hoy no me repongo. No me repondré nunca. Es el precio. Cuando lo recuerdo, cuando pasa por mi corazón, la semilla negra en mi vientre se rompe y germina, hunde sus raíces negras, me ennegrece, me lleva a lo negro, y eso negro no es ausencia de color sino presencia pura ¿De qué? De abismo. No es ausencia el abismo sino hondura inconcebible. Eso ante lo que soy diminuto, una brizna soy, alguito casi nada. Cuando naciste supe -¿Pero es que no lo sabía?- que algún día ibas a morir. ¿De verdad no lo sabía? Lo sabía como se sabe sin saber, palabras que se dicen y no calan, términos, conceptos, definiciones, polvo. Se sabe pero no. De pronto supe. Con el cuerpo supe, el cuerpo que es la piel y lo que guarda adentro, lo que palpita y duele, lo que sangra. También lo supe con eso otro que no es cuerpo. Supe ya sabiendo. El abismo entonces, la negrura. Dar la vida es dar la muerte.