Eres y no.
Mónica, tu madre, es también la alteridad, mi Otra siempre, mi
espejo a veces. Tan otra es que a veces me sorprendo. Abro los ojos y la
encuentro durmiendo a mi lado. ¿Qué hace aquí? Me pregunto. ¿Qué hago yo? ¿Por
qué hay una mujer durmiendo junto a mí si es una desconocida, si no lleva mi
sangre, si viene de otro lugar, si carga con otra historia? ¿Quién le dio
permiso para hacerse sitio en mi vida y expandirse e invadirme cada momento y
cada espacio? Extrañamiento. Otredad. Luego olvido ese desconcierto y bajo las
defensas y me dejo invadir. Nuestros olores se confunden, nuestras vidas se
entretejen. A veces me sorprendo diciendo palabras que decía su padre, tu
abuelo, al que yo no conocí: ¡Leler, más
que leler! Otras veces repito frases que decía su abuelo materno, tu
bisabuelo, como si fueran mías: ningún
niño ha aprendido nunca nada en ninguna escuela. Con frecuencia cocino
guisos que me enseñó su madre. ¿Quién soy yo con tanto ella? ¿Qué queda de mí?
Cuando irrumpiste aquella madrugada el
extrañamiento se volvió milagro. Eres tú misma y eres ella y eres yo y eres los
ancestros que en ti se mezclan de tal modo que ya son inseparables. ¿Quiénes
son la trama y quiénes la urdimbre del tejido que vas siendo? Ya no hay modo de
separar los hilos. Eres tú y eres tantos, conocidos y desconocidos, míos y
suyos, un misterio hecho de carne.
Eres espíritu protector que se asoma por entre las
cortinas cuando la noche llega. Eres el sonido de la máquina de coser en una
tarde de lluvia. Eres una historia de amor asesinada en Veracruz. Eres el vacío
y la rabia que dejó esa historia. Eres
esa a la que nunca ningún doctor pudo sanar de nada. Eres el resplandor de un
nacimiento el día de Reyes. Eres el Señor Don Gato y un chicle frito bajo el
mar. Eres los ojos que se apagan pero recuerdan las constelaciones. Eres la
presencia dulce y la voz suave. Eres las manos hábiles que construyen mesas,
lámparas, camas, que arreglan lo descompuesto, saben de electricidad y de
madera. Eres el vientre de la tierra a donde no llega la luz. Eres pulque
recién hecho. Eres un cocol de anís lanzado a una canasta. Eres un sombrero que
huele a paja. Eres un silencio generoso. Eres pastes calientitos y frijoles. Eres
alcohol para frotar y curar todos los males. Eres altar para un solo niño
muerto. Eres hojita verde hirviendo en un pocillo. Eres palabras que no saben a
decir lo que sus actos. Eres inventora de ti misma, personaje de tu propia
novela. Eres la lagartija que espera en el blanco de la tina. Eres un puñal con
falsa sangre que miente algunas tardes. Eres la calle del almizcle donde se da
el chichicaxtle. Eres un anillo que atraviesa las fronteras. Eres plátano y
cerveza tibia. Eres insomne. Eres un cielo azul que pesa. Eres brazos
hospitalarios que no cuestionan ni juzgan. Eres la Llorona y Dios nunca muere.
Eres un chango de peluche sobre un órgano viejo. Eres arroz de todos los colores.
Eres tantísimos libros. Eres vozarrón que juega. Eres semilla que germina. Eres
tejido y bordado. Eres alquimia. Eres la paciencia inquebrantable. Eres gesto
adusto ocultando ternuras. Eres el trabajo cada día, porque sí, porque es lo
que se hace. Eres un cofre con baratijas que se creen joyas deslumbrantes. Eres
unos zapatos de boliche abandonados. Eres tan presente que dejas de notarte.
Eres canciones de amor cursis. Eres contemplación, mirada absorta. Eres pay de
manzana recién hecho. Eres un espejo que se burla. Eres un columpio rojo en un
patio de cemento. Eres la covacha y su olor a guardado. Eres el fruto sin
nombre y el limonero. Eres las semillas del colorín y las cochinillas debajo de
las piedras. Eres un cuaderno con estampas. Eres el aventurero barbado y
pelirrojo. Eres música de Bach y de
Vivaldi, canciones de José Alfredo y Agustín Lara, flamenco, danzón, música de
marimba, son cubano. Eres Ciudad de México, Mineral del Chico, San Juan del
Río, Málaga, Asturias, Zaragoza, Aragón, Oaxaca, Real del Monte, San Guillermo.
Eres Cándido. Eres Aurora. Eres Luis. Eres Julia. Eres Fausto. Eres Raquel.
Eres Ignacio. Eres Luz. Eres el otro Cándido. Eres Julieta. Eres Javier. Eres
Mercedes. Eres ella. Eres yo. Y no eres ninguno de nosotros, ninguno de ellos
sino tú, tu sangre es muchas sangres, tu historia muchas historias, pero al
nacer todo lo anterior quedó en suspenso, detenido y a la espera. Eres lo que
elijas ser, lo que sin saberlo inventes de ti misma, lo que tires por la borda
porque pesa, lo que quieras dejar atrás. Tu herencia es también un montón de
tierra entre las manos, el hilo a punto de romperse. Te entrego esa herencia
para que la traiciones, porque eso es lo que se hace con las herencias: solo al
traicionarlas las honras, les das nueva vida y haces que de la tierra seca
surja un brote que necesitó de la tierra, sí,
pero no es tierra sino brote. Esto somos para que desde lo que eres
puedas también ser otra, apenitas nuestra y solo tuya.
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